Jacobero de la ganadería de El Pilar puso nuestro barrio patas arriba cosa nada fácil, rodadas, largas y quiebros infinitos durante más de una hora. Transmitió en los balcones y en la arena, y dejó una línea difícil de cruzar para tantas y tantas personas que estaban abajo expectantes sin parpadear. Fue un toro que no dejó indiferente a nadie, de los que gustan y mucho a los aficionados, de los que se recuerda y se habla. Lo encerraron casi de noche y con la boca cerrada porque supiste mandar y sobretodo emocionar siendo ovacionado por el respetable. Su nombre quedará grabado en la arena de nuestro barrio.